La tendencia es inmediata. Cuando la crisis aprieta y salir de noche se pone por las nubes, cada vez son más los jóvenes y no tan jóvenes que prefieren organizar algo en casa con los amigos. Lo habitual es la típica cenita de sábado por la noche. Otros montan timbas de póker, ahora tan de moda, o del clásico mus. Y otros sacan hasta los juegos de mesa para dar sentido a las copas y alargar la velada.
- Pero, ¿por qué no una cata de vinos?
- Porque no tengo ni idea de cómo hacerlo.
- Pues nada, para eso estamos. Vamos a ello.
Antes de nada. ¿Hay que ser un experto, o deben serlo los amigos a los que invites? La respuesta es no, de ninguna manera. Catar vinos diferentes es la mejor manera de aprender. Basta con tener interés y preparar un poco la sesión para que, una vez finalizada, hasta el más profano se vaya con la sensación de que ha aprendido algo. Poco a poco, los conocimientos aumentan y serán más divertidas. El caso, como en todo, es pasarlo bien.
Para empezar, ¿qué vinos utilizo?
Lo más recomendable es acotar bien la cata. No vale ir al súper o a cualquier vinoteca y llevarse las cuatro primeras botellas que uno encuentre. Lo ideal es buscar un motivo, un tema para la cata, que no sea excesivamente genérico y le dé sentido. Por ejemplo, nada de 'cata de vinos tintos'. Lo mejor es concretar mucho para poder apreciar mejor los matices y las diferencias entre las botellas. En este sentido, una opción podría ser cata de vinos de Rioja, por ejemplo. Aunque sigue siendo demasiado genérica. Podría concretarse más aún en una cata de vinos de Rioja de maceración carbónica, o una cata de vinos blancos con crianza en barrica. O ya puestos y barriendo para casa, de txakolis.
También funcionan bien y son divertidas las catas que van a permitir visualizar las diferencias entre los vinos. Por ejemplo, cava vs champagne; vinos modernos vs vinos clásicos de Rioja; blancos de Rueda vs blancos del Penedés; o tintos de un mismo tipo de uva pero de orígenes diferentes.
Para más experimentados quedan las catas temáticas de bodegas, tanto las verticales como las horizontales. En una cata vertical de un vino se trata de hacerse con botellas de una misma marca de varias añadas para apreciar las diferencias, la vinificación en cada cosecha y su evolución en botella. Llevado al extremo y fuera del alcance de la mayoría, son memorables algunas catas efectuadas en bodegas centenarias de la Rioja. Con motivo de su 150 aniversario, Marqués de Riscal seleccionó para una cata con expertos botellas de 1870, 1883, 1889, 1897, 1900, 1910, 1917, 1924, 1938, 1945, 1948, 1950, 1958 y 1964. Casi nada.
Una cata horizontal, sin embargo, consistiría en probar los diferentes vinos de una misma bodega.
En cualquier caso, lo deseable es que el anfitrión haya preparado algunas notas de cata sobre los vinos a abrir, de manera que pueda incitar a los demás a dar sus opiniones con preguntas más concretas que un simple 'qué os parece'. ¿Notáis el aroma de frutos rojos maduros? ¿Percibís el frescor de este blanco? ¿Sentís dulzor o amargor en el paso por boca? Recuerda que la cata tiene tres fases: visual, olfativa y en boca. Prepara unas notas sobre cada una de ellas que os sirvan de referencia.
¿Cuántas botellas son necesarias?
En cuanto a la variedad de vinos, no conviene superar las cuatro o cinco etiquetas si no queremos que sea un evento interminable y se acabe perdiendo el interés. En lo referente al número de botellas de cada tipo, hay que tener en cuenta que si se trata de catar (y no de ponerse morado) pueden servirse hasta doce personas de una misma botella. Si la cosa va de pasar el rato, servirse buenas copas, repetir y tomarse el vino con los amigos, la cifra lógicamente se reduce y hará falta más material.
¿Hay que gastarse mucho dinero?
Hay vinos de todos los precios. Lo mejor es ponerse en manos de un profesional de una vinoteca y explicar lo que uno quiere y el presupuesto que maneja. De todas formas, una cata es una buena manera de acceder a vinos 'caros' si se reparten los costes entre todos los participantes. Y ten en cuenta una premisa básica en el mundo de la enología: de los vinos malos también se aprende. Ser exquisito con las copas, en cambio, sí puede requerir un fuerte desembolso. Salvo que invites a expertos sibaritas, valdrá con que sean copas adecuadas que ahora se encuentran en comercios de menaje de hogar por pocos euros.
¿Es mejor hacer la cata a ciegas (con las etiquetas tapadas)?
Para empezar, no. Hay que ser muy experto para jugar a adivinar de qué tipo de uva está elaborado un vino, o saber de dónde procede, sin ver la etiqueta. Y, por supuesto, olvídate de la manida broma de colocar vino de supermercado a un presunto 'entendido' y hacérselo pasar por un buen Rioja. Sólo conseguirás perder un amigo y no habrá merecido la pena.
¿Hay que anotar o puntuar a los vinos?
La cata se puede realizar simplemente para disfrutar conversando sobre los vinos, o con intención de puntuarlos y ver qué sale. Si se quiere organizar de esta manera más técnica, conviene hacerse con libretas, lápices, un mantel blanco para cada invitado, copas y una guía de anotación donde se pueda valorar cada vino en sus tres fases de cata. De todas formas, hay multitud de juegos de cata, sobre todo en las 'ciegas', que resultan divertidos para expertos y profanos. Busca un poco en los foros especializados.
¿Y para comer?
En la catas más 'profesionales' se recomienda no comer nada, para no contaminar los sentidos con el sabor o el aroma de otros alimentos. A lo sumo, agua y panecillos para limpiar la boca entre vino y vino. Entre amigos... pues mejor intentar alimentos de escasa potencia, pero si la misión es divertirse casi todo vale. Eso sí, recuerda que el dicho 'se la dieron con queso' hace referencia a eso, a que antaño se utilizaba el queso para enmascarar el gusto del comprador y colocarle así vino malo.
Ya hemos terminado la cata. ¿Y ahora qué?
El mejor momento para catar es el inmediatamente anterior a la comida o la cena, cuando nuestros sentidos del gusto y el olfato están más despiertos. Así que una buena cata entre amigos debería terminar siempre entorno a una mesa. Es lo ideal para comentar cómo se ha desarrollado la sesión, recordar los vinos que más han gustado y seguir con el buen rato entre amigos.
- Pero, ¿por qué no una cata de vinos?
- Porque no tengo ni idea de cómo hacerlo.
- Pues nada, para eso estamos. Vamos a ello.
Antes de nada. ¿Hay que ser un experto, o deben serlo los amigos a los que invites? La respuesta es no, de ninguna manera. Catar vinos diferentes es la mejor manera de aprender. Basta con tener interés y preparar un poco la sesión para que, una vez finalizada, hasta el más profano se vaya con la sensación de que ha aprendido algo. Poco a poco, los conocimientos aumentan y serán más divertidas. El caso, como en todo, es pasarlo bien.
Para empezar, ¿qué vinos utilizo?
Lo más recomendable es acotar bien la cata. No vale ir al súper o a cualquier vinoteca y llevarse las cuatro primeras botellas que uno encuentre. Lo ideal es buscar un motivo, un tema para la cata, que no sea excesivamente genérico y le dé sentido. Por ejemplo, nada de 'cata de vinos tintos'. Lo mejor es concretar mucho para poder apreciar mejor los matices y las diferencias entre las botellas. En este sentido, una opción podría ser cata de vinos de Rioja, por ejemplo. Aunque sigue siendo demasiado genérica. Podría concretarse más aún en una cata de vinos de Rioja de maceración carbónica, o una cata de vinos blancos con crianza en barrica. O ya puestos y barriendo para casa, de txakolis.
También funcionan bien y son divertidas las catas que van a permitir visualizar las diferencias entre los vinos. Por ejemplo, cava vs champagne; vinos modernos vs vinos clásicos de Rioja; blancos de Rueda vs blancos del Penedés; o tintos de un mismo tipo de uva pero de orígenes diferentes.
Para más experimentados quedan las catas temáticas de bodegas, tanto las verticales como las horizontales. En una cata vertical de un vino se trata de hacerse con botellas de una misma marca de varias añadas para apreciar las diferencias, la vinificación en cada cosecha y su evolución en botella. Llevado al extremo y fuera del alcance de la mayoría, son memorables algunas catas efectuadas en bodegas centenarias de la Rioja. Con motivo de su 150 aniversario, Marqués de Riscal seleccionó para una cata con expertos botellas de 1870, 1883, 1889, 1897, 1900, 1910, 1917, 1924, 1938, 1945, 1948, 1950, 1958 y 1964. Casi nada.
Una cata horizontal, sin embargo, consistiría en probar los diferentes vinos de una misma bodega.
En cualquier caso, lo deseable es que el anfitrión haya preparado algunas notas de cata sobre los vinos a abrir, de manera que pueda incitar a los demás a dar sus opiniones con preguntas más concretas que un simple 'qué os parece'. ¿Notáis el aroma de frutos rojos maduros? ¿Percibís el frescor de este blanco? ¿Sentís dulzor o amargor en el paso por boca? Recuerda que la cata tiene tres fases: visual, olfativa y en boca. Prepara unas notas sobre cada una de ellas que os sirvan de referencia.
¿Cuántas botellas son necesarias?
En cuanto a la variedad de vinos, no conviene superar las cuatro o cinco etiquetas si no queremos que sea un evento interminable y se acabe perdiendo el interés. En lo referente al número de botellas de cada tipo, hay que tener en cuenta que si se trata de catar (y no de ponerse morado) pueden servirse hasta doce personas de una misma botella. Si la cosa va de pasar el rato, servirse buenas copas, repetir y tomarse el vino con los amigos, la cifra lógicamente se reduce y hará falta más material.
¿Hay que gastarse mucho dinero?
Hay vinos de todos los precios. Lo mejor es ponerse en manos de un profesional de una vinoteca y explicar lo que uno quiere y el presupuesto que maneja. De todas formas, una cata es una buena manera de acceder a vinos 'caros' si se reparten los costes entre todos los participantes. Y ten en cuenta una premisa básica en el mundo de la enología: de los vinos malos también se aprende. Ser exquisito con las copas, en cambio, sí puede requerir un fuerte desembolso. Salvo que invites a expertos sibaritas, valdrá con que sean copas adecuadas que ahora se encuentran en comercios de menaje de hogar por pocos euros.
¿Es mejor hacer la cata a ciegas (con las etiquetas tapadas)?
Para empezar, no. Hay que ser muy experto para jugar a adivinar de qué tipo de uva está elaborado un vino, o saber de dónde procede, sin ver la etiqueta. Y, por supuesto, olvídate de la manida broma de colocar vino de supermercado a un presunto 'entendido' y hacérselo pasar por un buen Rioja. Sólo conseguirás perder un amigo y no habrá merecido la pena.
¿Hay que anotar o puntuar a los vinos?
La cata se puede realizar simplemente para disfrutar conversando sobre los vinos, o con intención de puntuarlos y ver qué sale. Si se quiere organizar de esta manera más técnica, conviene hacerse con libretas, lápices, un mantel blanco para cada invitado, copas y una guía de anotación donde se pueda valorar cada vino en sus tres fases de cata. De todas formas, hay multitud de juegos de cata, sobre todo en las 'ciegas', que resultan divertidos para expertos y profanos. Busca un poco en los foros especializados.
¿Y para comer?
En la catas más 'profesionales' se recomienda no comer nada, para no contaminar los sentidos con el sabor o el aroma de otros alimentos. A lo sumo, agua y panecillos para limpiar la boca entre vino y vino. Entre amigos... pues mejor intentar alimentos de escasa potencia, pero si la misión es divertirse casi todo vale. Eso sí, recuerda que el dicho 'se la dieron con queso' hace referencia a eso, a que antaño se utilizaba el queso para enmascarar el gusto del comprador y colocarle así vino malo.
Ya hemos terminado la cata. ¿Y ahora qué?
El mejor momento para catar es el inmediatamente anterior a la comida o la cena, cuando nuestros sentidos del gusto y el olfato están más despiertos. Así que una buena cata entre amigos debería terminar siempre entorno a una mesa. Es lo ideal para comentar cómo se ha desarrollado la sesión, recordar los vinos que más han gustado y seguir con el buen rato entre amigos.
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